Si el ser humano desapareciera en este preciso momento de la faz del planeta, la naturaleza en su inmensa sabiduría podría encargarse sólita de restaurar todo el daño que hemos provocado, en todo sentido. Claro, sería un proceso largo de miles de años.
Un sacerdote jesuita brasileño escribió un estupendo libro, titulado "Grito de La Tierra, Grito de Los Pobres", en el cual afirma que el ser humano fue una invención de la naturaleza para admirarse a sí misma y ser conciente de su propia grandeza.
Desde esa concepción es obvio que el ser humano ha sobrepasado ese papel que la naturaleza le había asignado.
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